domingo, 29 de noviembre de 2009

Expedición al pueblo de Laraos-Huarochirí

Plaza de Armas de Laraos
EXPEDICIÓN A LARAOS
Mountain Bike en las alturas de la sierra limeña


Cuando llegamos al puente Autisha, todo parecía normal: había buen clima, buenos ánimos, buenos paisajes... Aún no imaginábamos el diluvio que se estaba formando a la mitad de nuestro camino.
Autisha se encuentra a 2200 msnm, aproximadamente a 30 km de Chosica. De allí partimos a las 11:30 a.m. La primera parte de la carretera es bastante seca, llena de piedritas sueltas que hacen difícil la tracción en las trepadas pronunciadas. El sol aparecía y desaparecía a su antojo, mientras el cielo mostraba un color “panza de burro”.

Señales del cielo
Dos horas después ya nos habíamos dispersado por el camino. A la cabeza íbamos Jaimono y yo, más atrás venían Raffo y Miguel.
De repente, tres kilómetros antes de llegar a la represa de Sheque, escucho un gran estruendo: “¡Tormenta eléctrica a la vista!”, exclamé. Pasaban los minutos y conforme ascendía empezaba a ver los relámpagos, como gigantescos flashes sobre los cerros. El cielo lentamente se iba oscureciendo.
Continué avanzando. Esperaba que cayeran las primeras gotas de lluvia para recién cubrirme. No es fácil tomar la decisión de ponerse el impermeable si aún no llueve, ya que el plástico sofoca cuando uno está pedaleando cuesta arriba. Minutos después me daría cuenta que aquella no fue una buena decisión.

Comienza el Diluvio
Al cruzar un pequeño puente que se ubica a menos de un kilómetro de la represa de Sheque, el cielo desencadenó toda su furia, como si miles de duchas se abrieran a la vez. “¡¡Mier... coles!!”. Yo he manejado varias veces bajo la lluvia, pero nunca había visto que ésta comience tan rápido. Inmediatamente abrí mi mochila, saqué mi impermeable y mis guantes de jebe, y me los puse. La lluvia era tan intensa que sólo en ese lapso de tiempo (menos de dos minutos) se mojó un poco mi ropa y mi bolsa de dormir.
Me puse al lado del camino y me cubrí totalmente con mi poncho impermeable, tapando mi mochila.
Quedé un rato pensando si me ponía bolsas para colocarme en los pies o seguir así hasta el próximo pueblo donde compraría un par de medias. Meditaba también si esperar a los demás o continuar así, con el polo húmedo debajo del impermeable.
De repente veo que llega Jaimono, preocupado porque también se había puesto el impermeable demasiado tarde. Él tenía sólo una casaca impermeable, el resto de sus cosas se estaban mojando, mientras su cuerpo tiritaba como los perritos después que los bañan.

¡¡Necesitamos un techo!!
Ambos decidimos avanzar un poco, con la remota esperanza de encontrar lo más pronto posible algún lugar donde cubrirnos de la lluvia. Dos curvas más arriba ocurrió el milagro: ¡¡encontramos una cueva!!
Adentro encendimos una fogata para mitigar el frío e intentar secar nuestros polos. A 3000 msnm, estar con la ropa mojada, es algo serio.
¡¡Pero qué confortable resultó ser aquella cueva al lado del camino!! Fue difícil encender la fogata, había pocas ramas secas adentro. Y fue más difícil aún que ésta se mantuviera encendida. En ese lapso de tiempo calentamos una lata de anchoveta y doramos unas galletas de soda. Por cierto, las galletas doradas directamente al fuego son lo máximo.

Casi dos horas después...
—Bueno Jaimono, ya es hora de seguir avanzando —le dije.
¿Y Raffo y Miguel? Bueno, ya nos hacíamos la idea que se habían quedado por allí a esperar el carro de la tarde que sube a Laraos.
Por momentos la fogata comenzaba a humear demasiado, tanto que nos obligaba a salir de la cueva para no ahogarnos.
Era más de las 4 de la tarde, cuando de repente aparecen Miguel y Raffo empujando sus bicicletas. Ambos entraron a la cueva, se quitaron los impermeables y decidieron descansar un poco.
Casi a las 5 pm. decidí continuar trepando, así que me puse mi poncho impermeable, mis guantes de jebe, mis luces listas para cuando caiga la noche y partí. Mis amigos optaron por esperar el bus que iba a pasar por allí en menos de una hora.

Pedaleando en solitario
En 5 ó 10 minutos llegué a Sheque, que en realidad estaba a pocos metros de la cueva. Ese lugar me trae gratos recuerdos, ya que por ahí se regresa del nevado Rajuntay, luego de una accidentada bajada que empieza en la Cordillera que separa a Lima de Junín.
En Sheque sólo hay una laguna artificial, una pequeña planta industrial, una casa cercada con malla de metal y ninguna alma a la vista. A partir de esta represa empieza una exigente pendiente que pasa por el desvío a la comunidad de Huanza, por el pueblo de Carampoma y termina en Laraos. En ese momento la lluvia había parado un poco, pero media hora después volvió a empezar con relativa intensidad.

Bienvenido a Carampoma
Aproximadamente a las 6:15 pm llego al pueblo de Carampoma (3400 msnm). A la entrada me recibe el niño José Antonio, quien se asombra al verme con mis luces prendidas y mi poncho azul que brillaba por el agua de lluvia. Cuando entré a la plaza principal del pueblo, las coloridas casonas se reflejaban en el pulido piso empedrado, totalmente mojado. Tomé algunas fotos, gravé unos videos y decidí continuar mi camino. Faltaba poco para cumplir el objetivo.

¿Pishtacos en la ruta?
Antes de irme de Carampoma, le indico a una señora el camino que va a Laraos, para que me confirme que es el correcto. Lo que me dijo me dejó pensando: “Sí joven, por allí es... pero tenga cuidado con los pishtacos, eh”, y se rió un poco. Lo tomé en broma, le dije con toda tranquilidad que los pishtacos son mis amigos y también me reí un poco. La señora se volvió a reír, quizá también estaba bromeando, o quizás no...
Estas cosas prefiero tomarlas deportivamente, pero a la vez con mucho respeto, ya que estoy en un territorio donde relativamente soy un extraño.
Estaba a punto de caer la noche, iba a manejar solo y en estos parajes alejados de la serranía, uno nunca sabe...
La salida de Carampoma es matapiernas: una pared corta pero complicada de trepar (parecida a la subida a la cumbre del Chirimoyo), sobre todo con todo el peso que llevaba, más el lodo del camino, la altura y el trajín... Son en esos momentos donde me veo obligado a usar la máxima potencia de mis cambios (plato 22- piñón 34).
Un kilómetro después veo que atrás de mí se acercaban la luces de un bus. Cuando pasa por mi lado, observo que de una de sus ventanas se asoma Jaimono, sacando la mano para saludarme. Lo saludé también y le hice señas de que sigan nomás, que nos reencontraríamos en Laraos.

Absolutamente solo en medio de la oscuridad
Mientras el bus desaparecía entre las curvas del camino, recién comprendí lo solo que me encontraba en medio de la nada. A lo lejos, en el horizonte, podía ver cómo desaparecía el último rayo de luz del atardecer. Y atrás de mí, al otro lado de la cadena montañosa, se apreciaban las luces de los pueblos de Huanza y San Juan de Iris, brillando sobre un fondo totalmente negro. En ese momento se me vinieron a la mente la leyenda de los pishtacos, las historias sobre la gringa y los abuelitos roba almas....

Laraos... ¡¡por fin!!
Continué trepando en medio de la oscuridad, deseando llegar de una vez al pueblo, convencido de que no estaba tan lejos. De repente, al voltear una curva, mi vista contempló lo que tanto estaba esperando: las luces artificiales de Laraos. Había alcanzado la altura máxima de esta ruta: 3650 msnm aprox.
Al llegar a la bien iluminada plaza del pueblo, una señora me señala hacia una calle:
—Allá están, están por allí tus amigos.
Avancé por dicha calle y comencé a llamar a Jaimono, quien desde adentro de una casa respondió a mi llamado. Eran las 7:10 pm.
Al entrar, lo encuentro junto a Raffo, tratando de secar su ropa, pasándola por encima de una vela encendida.
—¿Y Miguel? —les pregunto.
Pobre Miky, le había chocado el viaje, quizá la lluvia, el frío y la altura conspiraron en su contra: dolores de cabeza y náuseas le habían quitado las ganas de levantarse, incluso ni comer quería.
Al instante llega su abuelita, la señora Yuyita, dueña de la casa, quien muy amablemente nos dio alojamiento. Gracias a ella tuvimos un techo donde dormir, pieles para poder echarnos a descansar, mantas para abrigarnos y una deliciosa cena a base de un guiso de cordero, con su respectiva canchita serrana y su mate calientito. Totalmente satisfechos. Palmas para la señora Yuyita.

Una madrugada llena de historias de terror
Nos fuimos a dormir temprano, creo que entre las 9 y las 10 pm. Fue difícil conciliar el sueño durante toda la noche. Yo creo que dormí sólo desde la 11 pm. hasta las 3 de la mañana. De ahí nos pusimos a contar historias de terror con Miguel, quien ya se encontraba totalmente repuesto. Él sabe muchos relatos de aparecidos, procesiones fantasmales, espectros que flotan en los aires, difuntos sin rostros que raptan a forasteros confiados... e infinidad de historias más.

Hasta la próxima, Laraos
Al amanecer comimos un suculento calentado de desayuno. Luego, a las 9:30 a.m. ya estábamos listos para empezar a descender. Nos despedimos de la señora Yuyita, agradeciéndole por su hospitalidad.
El descenso fue rápido y vertiginoso, a pesar que nos detuvimos a tomar fotos en varias partes de la ruta. A las 11:30 am. llegamos a Huinco, donde Raffo y yo comimos papa con huevo; mientras Jaimono y Miguel solo tomaron algo. Al medio día partimos con destino a Chosica.
Poco antes de la una de la tarde ya estábamos en Santa Eulalia. Allí esperamos unos minutos a que llegara el papá de Jaimono, quien venía de Lima y amablemente se había ofrecido a jalarnos hasta la ciudad.
¡¡Misión cumplida!!
Y colorín colorado, este relato biker se ha terminado.

Participantes:
-Miguel de La Torre
-Jaime Ravines
-Rafael Ruiz
-Pedro Salazar

Agradecimientos:
-A la señora Yuyita (natural de Laraos, abuelita de Miguel), por su hospitalidad.
-A Miguel de La Torre, por proponer esta ruta y coordinar con su abuelita nuestra estadía en el lugar.
-Al papá de Jaimono, por llevarnos de Chosica a Lima.

Organizador:
Club Inkariders

Texto y fotos:
Pedro Salazar Wilson

Vean la galería fotográfica de esta ruta en el siguiente enlace:

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